En su papel de maestro, Mr. Shoaff buscaba continuamente nuevos retos para mí. En cuanto conseguía aplicar sus ideas en un campo, me presentaba inmediatamente otro principio nuevo de fundamental importancia.
Cuando comencé a abrirme camino en el mercado y a ganar más dinero, me dijo: «Jim, no aprendas sólo a ganar dinero; aprende también a vivir.»
Yo no entendí lo que quería decir. La verdad es que tampoco estaba prestándole mucha atención. «Aquí estoy yo», pensaba intentando concentrarme, «trabajando mucho, esforzándome por alcanzar mis objetivos y triunfar. ¿Qué querrá decirme? ¿En qué estoy fallando? ¿Qué más debo hacer? ¿Todavía me falta algo?»
Adivinando mis pensamientos, Mr. Shoaff sonrió y me dijo: «Jim, hay mucha gente que vive rodeada de cosas maravillosas, y sin embargo no se siente feliz; otros han acumulado grandes sumas de dinero, pero son pobres de espíritu y no encuentran satisfacción en su vida. Quiero que aprendas el arte de proyectar tu propia forma de vida, el arte de vivir y disfrutar de la vida.»
«Bueno», le respondí, «ya lo pensaré cuando tenga realmente mucho dinero. Por el momento, me conformo con aprender a ganarlo, ¿no te parece?»
«No, Jim», me replicó moviendo la cabeza, «el arte de disfrutar de la vida se aprende mucho mejor cuando se tiene poco dinero. En realidad se debe empezar cuando se tiene medio dólar. »
«¿Medio dólar?», exclamé. «¿Cómo se puede proyectar una nueva forma de vida con medio dólar?»
Mr. Shoaff sonrió divertido. Como consumado vendedor, sabía que por fin había conseguido captar toda mi atención. «Imagínate que un limpiabotas está lustrando tus zapatos, y lo hace muy bien. En realidad está dando a tus zapatos el lustre más brillante del mundo. Al ir a pagarle te pones a pensar la propina que vas a darle. ¿Le daré medio dólar, o un cuarto de dólar? Si se te ocurren dos cifras, da siempre la mayor; conviértete en un hombre que da propinas de medio dólar.»
«Me he debido perder algún razonamiento», pensé. Y perplejo, le pregunté: «Pero, ¿qué diferencia puede haber entre un cuarto de dólar y medio dólar de propina?»
«La diferencia es fundamental. Si decides darle sólo un cuarto de propina, te afectará durante todo el día. Comenzarás a sentirte culpable, inseguro. Y en algún momento del día mirarás tus brillantes zapatos y te dirás: verdaderamente soy un pobre hombre. ¡Sólo un cuarto de dólar por un brillo como éste!»
«Por el contrario», continuó Mr. Shoaff, «si le das medio dólar, te sentirás generoso y confiado durante toda la jornada. No te imaginas el cambio de mentalidad que puede producir un cuarto de dólar.»
Años más tarde, en Detroit, se me acercó un hombre después de acabada mi conferencia y me dijo: «Mr. Rohn, usted me ha animado hoy con su charla sobre la actitud del cuarto de dólar. He decidido cambiar toda mi vida. Algún día oirá hablar de mí.» Y se marchó.
Unos meses más tarde y cuando estaba dando unos cursillos en Detroit de nuevo, aquel, hombre se acercó a la tarima y con una gran sonrisa de satisfacción me dijo: «¿Se acuerda de mí?»
«Claro que me acuerdo», le respondí. «Usted es el hombre que iba a cambiar su vida para siempre.»
El hombre asintió con la cabeza y me dijo: «Tengo que contarle algo. Después de su anterior conferencia empecé a pensar la manera de cambiar mi vida y decidí hacerlo primero con mi familia. Tengo dos hijas adolescentes, las mejores hijas que uno puede desear. Nunca me han causado ningún problema. Sin embargo, siempre las había tratado con severidad. Una de sus mayores aficiones es acudir a conciertos de rock para presenciar la actuación de sus cantantes preferidos. Pero, antes, yo siempre les fastidiaba la diversión. Venían a pedirme permiso y yo les contestaba: “No. No quiero que vayáis a esos conciertos. La música es demasiado ruidosa y les estropeará los oídos. Además, la gente que va a esos conciertos no es la más adecuada para ustedes.”
»Y siempre ocurría lo mismo. Me lo rogaban: “Por favor, papá, queremos ir. Somos buenas hijas, nos portamos siempre bien. Por favor, déjanos ir.”»
»Después de mucho rogar y suplicarme les daba el dinero mostrando todo mi disgusto y diciendo: “Bueno, sí se van a poner así…”
»Y entonces es cuando decidí introducir algunos cambios en mi vida. Hice lo siguiente: estaba anunciada la actuación de uno de los grupos rockeros favoritos de mis hijas, y sin decir nada a nadie fui a la taquilla y yo mismo compré las entradas. Cuando llegué a casa les di los billetes envueltos en un sobre y les dije: “Aquí tienen unas entradas para el próximo concierto de rock. Ya sé que es uno de sus grupos preferidos.”
»Jim —continuó el hombre con lágrimas de emoción en sus ojos— tenias que haber visto su cara de asombro. Les dije que ya no les haría falta pedir y suplicarme permiso. ¡Me abrazaron como locas! Luego les hice prometer que no abrirían el sobre hasta la hora del concierto.
»¿Y sabes cuál era el motivo? Les había conseguido las mejores entradas, en la zona centro de la fila diez. Estuve toda la tarde más contento casi que ellas, imaginándome su sorpresa y alegría.
»Pero mi verdadera recompensa la recibí cuando llegaron a casa. Una de ellas se echó en mis brazos y la otra me ciñó el cuello con toda su alegría mientras me decían: Papá, eres maravilloso. »
¡Sencilla y maravillosa historia! Y qué ejemplo tan aleccionador de cómo es posible, con sólo un pequeño cambio de actitud, transformar toda nuestra forma de vivir! Es sólo cuestión de aprender a ser generosos de espíritu, y desarrollar y practicar una mentalidad de medio dólar en un mundo gris y mezquino dominado por la mentalidad del cuarto de dólar.
De 7 Estrategias para alcanzar riqueza y felicidad de Jim Rohn
Jaime Mamani Mendoza
Representante Mundial Autorizado
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La Paz - Bolivia
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