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Biografía de Pedro Domingo Murillo

Pedro Domingo Murillo, protomártir 
de la libertad.
Don Pedro Domingo Murillo nación en Suri, provincia Inquisivi departamento de La Paz en 1757. Se graduó en el Seminario de La Paz con la especialidad de Artes. Muy joven se dirigió a la universidad de Chuquisaca y Cusco para estudiar Derecho, pero antes de conseguir el título de licenciado volvió a La Paz, se dedicó a la minería y al mismo tiempo desempeñaba el cargo de procurador de causas y teniente capitán de fusileros de Irupana.

En 1785 se casó con doña Manuela de la Concha con la que tuvo dos hijos: Joseph Manuel y Franciscana Paula Murillo.

Era un hombre letrado y culto, tenía una biblioteca con libros de grandes pensadores liberales franceses, filósofos griegos, libros de minería, ciencias naturales e históricos, en su época era admirado por su carácter de pensador, polémico y crítico de las leyes españolas.

Su formación y cultura le hacían fama como escritor de proclamas y discursos. Murillo era de estatura regular, con una postura firme y mirada profunda, un poco grueso, cabello negro recogido en una trenza anudada con mucha delicadeza.

Su familia pertenecía al sector social del criollaje, con amistades y familiares españoles, tenía respeto por los campesinos.

Pedro Domingo Murillo intervino en la conspiración de 1805 contra el gobierno español, fue sometido al juicio y no pudiendo comprobársele nada salió libre.

Tomó parte en la conspiración libertaria de 1809, junto al cura Medina, Patiño, Lanza, Catacora, Monje y Bueno. Una vez que triunfó la revuelta el 16 de julio fue nombrado presidente de la junta Tuitiva y jefe militar.

Se enfrentó al ejército de Goyeneche (Chacaltaya, 25 de octubre de 1809), siendo derrotado se refugió en Zongo cerca de La Paz, donde fue apresado por Goyeneche.

Posteriormente este coronel español le condenó a morir en la horca, el 29 de enero de 1810 se le cortó la cabeza, luego fue expuesta en una picota como muestra de escarmiento a los sublevados, en el cadalso, antes de morir pronunció la frase inmortal: "Yo muero, pero la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar. ¡Viva la Libertad!". 

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