Hablamos De Derechos De Las Personas Migrantes
La participación política de los emigrantes bolivianos en las elecciones de su país de origen
Jean-Michel Lafleur (Ed.)
Diáspora y voto en el exterior
HABLAMOS DE DERECHOS DE LAS PERSONAS MIGRANTES
Lorenzo Cachón Rodríguez
Universidad Complutense de Madrid
Hace sólo una década un libro como éste era inimaginable. Al menos por tres razones: porque los bolivianos residentes en España eran poco más de 3.000; porque los bolivianos en el exterior no tenían derecho de voto en las elecciones de Bolivia y tam- poco en España; y porque apenas había investigaciones que abordaran las actividades políticas de los emigrantes ni respecto a sus países de origen ni en los de destino. Pero durante la última década hemos asistido a un cambio notable en estas tres dimensiones: en las migra- ciones internacionales; en los derechos políticos de los emigrantes y la integración de los inmigrantes; y en la investigación de estos procesos sociales y políticos.
Las migraciones internacionales han mutado de modo considerable. El caso de los bolivianos es bien significativo: han multiplicado sus flujos y han diversificado sus países de destino, y a las viejas rutas americanas hacia Estados Unidos o Argentina han añadido la ruta europea hacia España. Si el 1 de enero de 2001 había en España 3.344 bolivianos con permiso de residencia, el 30 de junio de 2011 estos eran 136.875, lo que supone más del 10% de los 1,2 millones de latinoamericanos que resi- den legalmente en España en la actualidad.
Pero las transformaciones de las migraciones internacionales en la déca- da que ha transcurrido desde el 11 de septiembre de 2001, que puede considerarse el arranque del siglo XXI, no son sólo un cambio cuantitati- vo por el aumento de los flujos y el derivado de las variaciones de origen y destino. Como se ha señalado en otro lugar (Cachón, 2009: 61), al final del siglo XX, el mercado y el Estado impusieron su lógica a las migraciones. Cuando no sólo “no hay un mundo vacío que haya que llenar con inmi- grantes” como dice Livi-Bacci, sino que la lógica capitalista del mercado y las lógicas de las políticas estatales, tanto de los países de emigración como de los de acogida, dominan el campo migratorio, un “dominio” lleno de contradicciones, tensiones y paradojas. Por ejemplo, ahora que parece una conquista de la Unión Europea el que sus ciudadanos (y sólo ellos) puedan circular libremente dentro de sus fronteras sin pasaporte, conviene recordar que esa era la norma común hasta la Primera Guerra Mundial. Pero aquel mundo abierto y con vacantes que demandaban ser cubiertas con bastante
libertad ha terminado: el mundo está ahora “lleno” y reglamentado en mano de las relaciones entre el mercado y los estados nacionales. El proce- so iniciado en el siglo XVI ha culminado. Es la era de la globalización.
Se pueden recordar aquí los cinco rasgos con los que Castles y Miller (2003) caracterizan las migraciones actuales: 1) La globalización de la migración: la tendencia a que cada vez más países se vean afectados al mismo tiempo por movimientos migratorios; aunque esto mismo acen- túa la diversidad de los procesos que se están poniendo en marcha y la diversidad de cuestiones económicas, sociales y culturales que entran en juego. 2) La aceleración de la migración: los movimientos internacionales de población están creciendo en todas las grandes regiones al mismo tiempo; esto acentúa la urgencia y las dificultades de las políticas guber- namentales que tanto pueden influir en el volumen y tipo de los flujos.
3) La diferenciación de la migración: la mayor parte de los países no tiene un solo tipo de inmigración, como inmigrantes laborales, refugiados, o migrantes poblacionales, sino varios tipos a la vez. Las cadenas y redes migratorias sirven para diversificar esos flujos, con frecuencia a pesar de las políticas gubernamentales y no como consecuencia de las mismas. Y esta diversificación hace más complicadas (y diversas internamente) las políticas migratorias. 4) La feminización de la migración: las mujeres juegan un papel significativo en los movimientos migratorios en todas las regiones y en la mayoría de los tipos de migración; desde los años sesen- ta las mujeres juegan un papel activo en las migraciones laborales y en la actualidad las mujeres son mayoría en los flujos migratorios laborales de distintos países de origen y de destino. Y 5) La creciente politización de la migración: tanto la política interior de los países como las relaciones bila- terales y regionales, así como las políticas de seguridad de los estados en todo el mundo se ven afectados por las migraciones internacionales, de modo especial desde el 11-S. Y se podría señalar también lo contrario: las migraciones son un factor relevante en la formación de las políticas nacionales e internacionales.
desde la perspectiva del objeto de estudio de este libro, hay tres aspec- tos de esta “creciente politización de las migraciones” que conviene poner de relieve: el crecimiento de las organizaciones de inmigrantes y su creciente papel de agentes activos en la formulación de reivindicacio- nes y de políticas; la importancia estratégica que tienen los emigrantes para muchos países de origen y la dependencia estructural que tienen de sus aportaciones en términos de remesas económicas, equivalentes a las que los países de destino tienen de la oferta de mano de obra inmigran- te; y la creciente importancia de los lazos transnacionales económicos, sociales, culturales y políticos que establecen los inmigrantes entre el país donde viven y trabajan y el de origen, donde con frecuencia reside parte de su familia. El resultado de estas transformaciones es que las migra- ciones internacionales a principios de la segunda década del siglo XXI, aunque responden a pautas iniciadas mucho tiempo antes, tienen una serie de características y presentan problemáticas que tienen algunos perfiles novedosos.
Uno de esos nuevos perfiles se ha producido por el reconocimiento de algunos derechos políticos de los migrantes en determinados países, como es el caso del derecho de voto de los emigrantes bolivianos en el exterior desde 2009, por una parte, y del derecho de voto en las eleccio- nes municipales en España desde 2011 de aquellos inmigrantes cuyos
países tengan firmados convenios de reciprocidad con España (como es el caso de Bolivia), por el otro. El reconocimiento de los derechos polí- ticos de los emigrantes/inmigrantes es una versión moderna del “no taxation without representation” que dio origen a la revolución estado- unidense en el siglo XVIII: si entonces aquellos emigrantes europeos se querían negar a pagar impuestos (a tener obligaciones económicas con el Estado británico) por no tener representación en las cámaras (por no tener derechos políticos), hoy los inmigrantes que envían remesas (que son soportes fundamentales de sus familiares y de los estados de origen y que pagan impuestos por ellas) exigen representación en origen (y la exigen también en destino).
no sólo han cambiado las migraciones internacionales y la situación respecto a los derechos políticos de algunos migrantes. En las dos últi- mas décadas se han producido cambios de perspectiva relevantes en la investigación de estos procesos. El concepto de “transnacionalismo”, lanzado originalmente por Basch, Glick Schiller y Szanton (1994), ha sido centrado y valorado desde la sociología, por ejemplo, en los textos de Alejandro Portes. En el artículo con el que cierra el número monográfico de Ethnic and Racial Studies de 1999 sobre el transna- cionalismo inmigrante, que el profesor de la Universidad de Princeton coordinó junto con Guarnizo y Landolt, Portes apunta algunos deter- minantes del transnacionalismo: 1) El contexto de recepción: la historia de la inmigración y las formas en que los inmigrantes son recibidos establecen un contexto que influye en la dirección de sus actividades y en que estas sean transnacionales o no. 2) El capital cultural: ya que el carácter y alcance de la empresa transnacional depende en gran medida de la herencia cultural particular que el grupo de inmigran- tes trae consigo. 3) La etnicidad reactiva: el nivel de discriminación y hostilidad a que se enfrenta un grupo inmigrante interactúa con los determinantes anteriores para fomentar estrategias de adaptación que incluyen actividades de carácter transnacional. 4) Una vez arrancado el proceso, aparece el papel de los gobiernos de los países emisores: por- que redefinen su posición ante la emigración de sus países y redefinen a sus comunidades expatriadas como una fuente posible de inversión, de iniciativas empresariales, de mercados para las empresas del país y de representación política en el extranjero. Y respecto a los efectos del transnacionalismo en los países receptores, frente a los miedos de algunos que ven en estas actividades una especie de “quintacolum- nismo”, Portes (1999: 472) señala que “pueden hacer posible una adaptación exitosa a la sociedad receptora al proveer oportunidades de movilidad económica y neutralizar el efecto de la discriminación”.
Este último punto, que apunta la (re)aparición de los estados de origen de los emigrantes, es de especial interés para el objeto de estudio de este libro y muestra las reacciones “desde arriba” a prácticas transnacio- nales construidas “desde abajo”: los gobiernos (re)descubren el interés de sus diásporas y buscan reforzar los vínculos de los emigrantes con sus países de origen (y a veces controlar a “sus” emigrantes). Esto ha venido a poner la emigración (y su control) en posiciones prioritarias de la agenda política de algunos gobiernos en distintos lugares del mundo. nada de esto es de extrañar dada la importancia cuantitativa que han alcanzado las remesas monetarias en algunos países y la relevancia que tienen otro tipo de “remesas”, de retornos sociales y políticos, para los países de origen.
En 2003, la revista International Migration Review (IMr) publicó un número monográfico dedicado al transnacionalismo inmigrante, coor- dinado por Levitt, deWind y Vertovec, donde se recogían trabajos presentados en dos conferencias que habían tenido lugar en el año 2000 en oxford (reino Unido) y en Princeton (nJ, Estados Unidos). En la presentación del monográfico, los coordinadores (2003: 565) apuntan acertadamente que ese número de IMR es una victoria por lo que impli- ca de reconocimiento de la perspectiva de la migración transnacional. Pero “también es un desafío, porque muchas de las críticas planteadas inicialmente por detractores han sido bastante válidas. Encontrarle sen- tido a las prácticas transnacionales y colocarlas en perspectiva adecuada aún requiere mucho trabajo conceptual, metodológico y empírico”. Los coordinadores pidieron a Portes (2003) que escribiera el capítulo de con- clusiones de la revista: “Convergencias teóricas y evidencias empíricas en el estudio del transnacionalismo inmigrante”. La primera parte de este texto sintetiza las cinco conclusiones sobre las que se había pro- ducido ya un consenso entre los investigadores: 1) El transnacionalismo representa una perspectiva novedosa, no un fenómeno nuevo. 2) El transnacionalismo es un fenómeno de las bases. 3) no todos los inmi- grantes son transnacionales. 4) El transnacionalismo inmigrante tiene consecuencias macrosociales. 5) La extensión y las formas del transnacio- nalismo varían según los contexto de salida y de recepción.
Portes y sus colaboradores han analizado también la dimensión políti- ca del transnacionalismo que se lleva a cabo desde las organizaciones de inmigrantes (a través de los trabajos del Comparative Immigrant Organizations Project). Una primera y temprana conclusión fue que, en contra de las predicciones canónicas de las teorías de la asimilación, las actividades políticas transnacionales “no son el refugio de inmigrantes marginalizados o con bajo nivel educativo” (Portes, Guarnizo y Haller 2003: 1238). Y estos autores concluyen: “El campo transnacional es importante no sólo para los países de origen sino también para los Estados Unidos, ya que afecta a la forma en que los inmigrantes se incorporan a sí mismos y altera las expectativas convencionales sobre su asimilación. La presencia y la dinámica de este fenómeno, sin duda, contradicen una visión normativa del proceso de asimilación que premia el rápido desprendimiento de anteriores identidades y lealtades. (…). Las viejas opiniones exclusivistas de cómo se produce la asimilación se contradicen con el hecho de que los inmigrantes más interesados en las actividades transnacionales son más educados, residen desde hace más tiempo en la sociedad de acogida, y tienen más probabilidades de involucrarse en la política local aquí (…). del mismo modo, el activismo transnacional a menudo intenta reproducir en la política nacional y local de país de origen los discursos y las prácticas institucionales de probidad y de respeto por los derechos civiles aprendidas en los Estados Unidos” (ibídem: 1239).
Con esto se inicia en la sociología el debate entre quienes defienden que las actividades políticas transnacionales de los inmigrantes y de sus organizaciones debilitan su integración en el país de acogida (como es Huntington y su “Hispanic challenge”) y los que, en una línea argumen- tal empíricamente fundamentada cuyo arranque se podría ubicar en el Who Governs? de dahl (1961) y la importancia de las organizaciones étnicas en la integración política de los inmigrantes, defienden que esas actividades no sólo no dificultan la integración de los inmigrantes sino
que son sinergias que facilitan su plena incorporación política. Valga como conclusión general de esta posición lo que señalan Portes, Escobar y Arana (2009: 103) en “divided or Convergent Loyalties?”: “es más probable que los migrantes más antiguos, mejor educados y de estatus superior participen en las organizaciones transnacionales vinculadas a sus países de origen. Lo mismo ocurre con los que tienen períodos más largos de residencia en Estados Unidos. debido a que los migrantes con estas características son precisamente aquellos con mayores posibilidades para la adquisición de la ciudadanía estadounidense y la participación en la política estadounidense, los resultados sugieren que el activismo transnacional y la integración política de los inmigrantes no están en conflicto”.
Esta es también la línea argumental (final) de los trabajos recogidos en este libro, un libro oportuno y “oportunista”. “oportunista” en el sen- tido de que los autores han aprovechado la primera ocasión en que los bolivianos residentes en cuatro países (y sólo ellos) (Argentina, Brasil, España y Estados Unidos) han podido participar en una elecciones en su país de origen (el 6 de diciembre de 2009) para llevar a cabo una investigación, cuantitativa y cualitativa, sobre esos nuevos electores, sus características y sus motivaciones, así como las implicaciones de este hecho nuevo. Y lo han llevado a cabo, bajo la coordinación de Jean- Michel Lafleur, de un modo comparativo en cuatro ciudades: Buenos Aires, São Paulo, Madrid y nueva York. Esta comparación es uno de los elementos de interés de este libro y uno de sus rasgos originales respecto a otros trabajos relevantes en este campo. Pero no el único; porque las investigaciones sobre las actividades políticas de carácter transnacional no han trabajado a fondo el estudio del voto de los emigrantes y ese es precisamente el objeto de este libro. Frente a otros estudios que abordan la participación y las actividades políticas a través de las organizaciones de inmigrantes, esta monografía ha cambiado la unidad de análisis para centrarse en las personas emigrantes. Esos emigrantes/inmigrantes a los que, con frecuencia, se les exige que “elijan” entre la fidelidad al Estado de origen y a la del país de destino. Pero en su mayoría se niegan a “ele- gir” y son capaces de mantener, sin contradicciones, una doble fidelidad, una doble lealtad. Y una doble reivindicación: de derechos políticos “allí y aquí”, en origen y en destino.
El libro es también, y sobre todo, oportuno, tanto desde el punto de vista académico como político. desde el primero, porque contribuirá a hacer avanzar los trabajos que estudian consistentemente las prácticas transna- cionales en el campo específico del derecho de voto de los emigrantes/ inmigrantes y porque permite contrastar esa tesis de la “doble lealtad” defendida por Portes y sus colaboradores que defiende, como ya se ha señalado, que la mayor participación política en el país de origen no va reñida con una mayor implicación e integración en el país de destino. Y es oportuno desde el punto de vista político, porque va a contraco- rriente. no corren buenos aires sobre las migraciones internacionales y los inmigrantes, ni en Europa ni en Estados Unidos ni en otras partes del mundo. Y este libro va contra esas malas tormentas, porque estimula una discusión sobre los derechos de ciudadanía y sobre la integración de los inmigrantes, porque incita a reflexionar sobre la necesidad de avanzar en la creación de una “red normativa transnacional” (Cachón, 2008: 146). Una red que pasa por la firma y ratificación de distintas nor- mas internacionales que potencian el reconocimiento de derechos de los
inmigrantes, como son la “Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares” (adoptada por la Asamblea General de naciones Unidas en su resolución 45/158 de 18 de diciembre de 1990 y entró en vigor el 1 de julio de 2003 tras la ratificación de los primeros veinte Estados); el Convenio 143 de la organización Internacional del trabajo sobre “Las migraciones en condiciones abusivas y la promoción de la igualdad de oportunidades y de trato de los trabajadores migrantes”, entre otras normas inter- nacionales. Y en Europa (y en España) se debe seguir reivindicando la ratificación, entre otras, de la Convención del Consejo de Europa sobre participación de los extranjeros en los asuntos públicos de ámbito local, de 5 de febrero de 1992, instrumento que entró en vigor el 1 de mayo de 1997.
A los vientos antiinmigración hay que oponerles investigaciones como la presentada en este libro, que muestra que los inmigrantes (bolivianos en este caso) se integrarán mejor en sus países de destino si mantienen rela- ciones con sus países de origen, que es positivo que participen y voten en sus países de origen y que lo hagan también en aquel en el que viven y trabajan, que la “doble lealtad”, no sólo no es un obstáculo para su integración en la sociedad de acogida sino una garantía de la misma.
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